¿Cómo afectan las fiestas de verano la pérdida de peso?

Lo que más nos gusta de recordar lo verano de nuestra infancia es que comenzaban con verbena ¡Era genial!
Reconozcámoslo. Verano, diversión, fiesta y vida nocturna son términos tan sinónimos que muchas campañas de publicidad han explotado estos vínculos una y otra vez. Es incluso algo curioso porque tendemos a pensar que en esta estación podemos disfrutar de mucha noche. ¡Y no! Precisamente, el verano comienza, más o menos, con la Noche de San Juan, la cual marca la noche más corta, y no será hasta que llegue el otoño cuando volvamos a pensar en días cortos y pocas horas de luz.
En verano nos quitamos horas de sueño
Si las noches de verano son cortas y las vivimos intensamente, sólo cabe una posibilidad: estamos quitándonos horas de sueño.
Lo hacemos a costa de alterar nuestra rutina, algo posible si afectamos a nuestros ciclos cronobiológicos, se refieren a los ritmos biológicos y marcan la pauta de patrones de actividad que se repiten de manera regular en un organismo a lo largo del tiempo. Estos ciclos están influenciados, principalmente, por factores como la luz, la temperatura, la alimentación y los ritmos naturales del entorno. Así, la duración del día con sus horas de luz y oscuridad es un regulador muy potente.
Estamos bajo el efecto de diversos ciclos, pero hoy nos vamos a fijar en dos de ellos, que, además, son también los más conocidos:
- Ritmo circadiano: Es el más conocido y se refiere al ciclo de 24 horas que rige funciones biológicas como el sueño-vigilia, la temperatura corporal o la actividad metabólica. Está muy influenciado por la luz solar.
- Ritmo ultradiano: Son ciclos que ocurren en períodos más cortos que el ritmo circadiano, pues duran menos de 24 horas. Ejemplos de ritmos ultradianos incluyen las oscilaciones en la frecuencia cardíaca y los patrones de alimentación asociados a las sensaciones de hambre.
Tanto uno como otro afectan muchísimo, a la producción y liberación de diversas hormonas. Las hormonas son mensajeros químicos en nuestro cuerpo que desempeñan un papel crucial en la regulación de sus funciones. Así, si nuestro cuerpo fuese como una orquesta, las hormonas serían los directores de orquesta. Cuando se produce una hormona, se libera en el torrente sanguíneo y viaja por todo el cuerpo hasta llegar a su objetivo, que es una célula o un órgano específico.
¿Qué pasa cuando no dormimos “cuando toca”?
Básicamente, que nuestro equilibrio hormonal debe modificarse para adaptarse a esta situación.
De entre todas las hormonas que nuestro cuerpo produce, las restricciones de sueño afectan especialmente a tres: el cortisol, la testosterona y la hormona de crecimiento. La primera aumenta drásticamente, mientras que las otras dos disminuyen sus niveles.
Cortisol
Hormona con amplísimas funciones, pero hoy nos interesa porque está involucrado en la regulación de la glucosa en sangre, el metabolismo de los carbohidratos, las proteínas y las grasas. Así, ayuda a aumentar los niveles de glucosa en la sangre y proporciona energía rápida para hacer frente al estrés.
Testosterona
Los hombres la producen en gran cantidad, aunque las mujeres también la tienen (en menor nivel), ayuda a mantener y promover el crecimiento de la masa muscular, lo que contribuye a la fuerza y la función muscular. También tiene un efecto positivo en la densidad ósea, ayudando a prevenir la osteoporosis y mantener la salud ósea. Por si fuese poco, se ha descubierto que la testosterona puede influir en el estado de ánimo, la energía y la capacidad cognitiva.
Hormona del crecimiento
Estimula la síntesis de proteínas en las células musculares, lo que resulta en un aumento de la masa muscular y una mayor fuerza. También afecta al metabolismo de los nutrientes, especialmente de carbohidratos y grasas.
Resultado del desequilibrio hormonal
En resumen, al dormir poco terminamos con un desequilibrio hormonal donde mayores niveles de cortisol fomentan el uso de nuestras reservas de energía, mientras que la caída en los niveles de testosterona y hormona del crecimiento dificulta que acumulemos reservas de carbohidratos, proteínas y grasa.
¿El resultado? Nuestro estado de ánimo se va apagando, perdemos masa muscular y, aunque pensamos que descansamos lo que necesitamos por dormir 8 horas cuando podemos, no son reparadoras y no dejamos de sentirnos más y más cansados. A la larga, este desequilibrio hormonal por falta de sueño y una rutina adecuada termina no sólo por afectar a nuestra salud mental, también puede hacernos perder todos nuestros avances de pérdida de peso al estar afectando tan directamente a este equilibrio.