Evitar el efecto rebote, ¿es posible?

Seguramente has visto algunos artículos en los que hemos mencionado de pasada el efecto rebote. Es el fenómeno por el que los kilos perdidos en una dieta se recuperan de manera casi brusca, en un lapso de tiempo muy breve, a veces incluso ganando más peso del que teníamos inicialmente. E incluso viendo como los porcentajes de grasa corporal también se incrementan. Realmente, más que el peso, este último indicador sería más fiable para determinar si ha habido efecto rebote.

¿A qué se debe el efecto rebote?

Es, por tanto, muy temido y, cuando sucede, la frustración y desilusión son enormes. Pero pasa saber si es posible evitarlo antes deberíamos saber a qué se debe. Nuestro cuerpo, para funcionar, necesita de energía.

Los procesos fisiológicos, tales como respirar, que la sangre circule, mantener la temperatura corporal y tantos otros es lo que llamamos metabolismo. Y la energía demandada proviene del proceso de digestión de los alimentos y de la movilización de reservas propias preexistentes. Dicho de otro modo, por estar vivos necesitamos de un aporte continuo de energía que tomamos del exterior si hablamos de alimentos o del interior si hablamos de las reservas. En la realidad es una suma de ambos componentes.

En una situación normal adelgazamos porque la suma de la energía obtenida de los alimentos y de nuestras reservas es ligeramente inferior a la que necesitamos para subsistir.

En teoría conocemos el aporte nutricional de nuestra alimentación. Pero en lo que respecta a la movilización de las propias reservas la situación es toda una incógnita debido a que depende de una multitud de variables.

Siguiendo con estas situaciones normales, lo más frecuente es que estas variables estén relacionadas con la previsión energética que nuestro cuerpo realiza en función de nuestro estilo de vida pasado y presente, precondicionantes genéticos aparte debido a que son más inalterables y es complicado actuar sobre ellos, que no imposible. Es lógico, si somos deportistas nuestra demanda energética va a ser superior que si somos personas de hábitos sedentarios, por ejemplo.

Es en base a esta previsión que nuestro cuerpo gestiona sus reservas energéticas, de manera que si las restricciones no son excesivas o duran poco tiempo es más favorable a recurrir a estos depósitos. El problema surge cuando sí estamos en situaciones de restricciones energéticas excesivas o prolongadas.

¿Qué ocurre cuando las restricciones de una dieta son excesivas y prolongadas?

Aquí es cuando en nuestro cuerpo saltan todas las alarmas y se activan mecanismos de compensación y de ahorro.

Estos mecanismos tienen una utilidad biológica y evolutiva tremenda. Imaginémonos por un momento en una época de hambruna generalizada. Si nuestro cuerpo gastase alegremente todas sus reservas no sobreviviríamos con casi total seguridad. En cambio, racionando y dosificando nuestras reservas las probabilidades de supervivencia serían más elevadas si conseguimos atravesar ese periodo tan difícil. La abundancia y facilidad con la que nos alimentamos actualmente es una situación extremadamente rara en la historia humana y que muchas veces no valoramos como debiéramos.

Paradójicamente, estos mecanismos funcionan de una manera tal que, digamos, hacen oscilar el peso hacia abajo primero y hacia arriba después. ¡Aquí está el origen del nombre de este efecto!

¿Qué pasa en nuestro cuerpo con el efecto rebote?

En primer lugar se produce una deshidratación seguida de una pérdida de masa muscular más o menos acusada. Agua y músculo son materia pesada de nuestro cuerpo, al menos bastante más que la grasa. Por tanto, el efecto que observamos es una pérdida acusada de peso y volumen. Pero no nos engañemos, estamos, como quien dice, soltando lastre. Mantener ese músculo en una situación de carestía como la que estamos induciendo es un lujo que no nos podemos permitir. Es entonces cuando consideramos cumplido nuestro objetivo de dieta estricta y la modificamos o abandonamos.

Es entonces cuando el cuerpo acumula todo este aporte fresco en forma de reservas de grasa en previsión de otro episodio similar. El ciclo comienza de nuevo, comenzamos la dieta otra vez, el cuerpo suelta más lastre si puede y subsiste racionando sus reservas de grasa, vuelven a recuperarse una vez retomamos los niveles normales de alimentación, y vuelta a empezar en un ciclo vicioso donde cada vez los desequilibrios y daños son cada vez mayores.

¿Cómo se puede evitar el efecto rebote?

 La solución, sabiendo lo que sabemos ahora sobre el efecto rebote, es bastante sencilla:

La dieta debe estar supervisada por un profesional.

En Lev contamos con un equipo de nutricionistas que pueden acompañarte en ese proceso, cuando está controlado y tanto las calorías como los nutrientes están bien balanceados el riesgo de efecto rebote se minimiza. Si quieres verlo de otra manera, es una dieta basada en trabajar los hábitos y rutinas de alimentación.

Gracias a estas rutinas, la pérdida de peso es progresiva.

Cierto que en las primeras fases esta pérdida puede ser más acusada. Es casi inevitable como ya explicamos, pero si aliviamos la situación y relajamos las restricciones el efecto a largo plazo será más duradero.

Nunca insistiremos lo suficiente en las bondades de practicar ejercicio físico.

Primero porque la demanda energética se incrementa y eso nos ofrece un margen mucho más amplio para superar las calorías que ingerimos y tenemos en reserva. Pero también por todos los beneficios para nuestra salud, tanto física como emocional. Somos una especie cuyo cuerpo está hecho para moverse y no para vivir anclados a una silla.

Pensar siempre a largo plazo.

Una vez terminada la dieta el objetivo es mantener los nuevos hábitos de alimentación a largo plazo. El objetivo es que nuestra actividad metabólica se adecue a este nuevo balance energético. Una vez alcanzado ese equilibrio podemos volver a plantear la necesidad de restringir nueva y ligeramente mente las calorías para realizar un nuevo ciclo y perder más grasa. Estos ciclos, por supuesto, no pueden repetirse indefinidamente, y una vez alcanzados los objetivos finales tenemos que mantenerlos,

 

Con las lecciones que hemos aprendido desde el principio y nuestra rutina saludable de alimentación. ¿Quieres que te acompañemos? Cambia tus hábitos con ayuda de un profesional que acompañe tu evolución, puedes pedir ya tu cita gratuita en Lev

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